In time – El tiempo como dinero, de Andrew Niccol.

Le pedí a un par de amigos que me hicieran la gauchada y me acompañaran a ver el nuevo Sci-Fi de Andrew Niccol, el neozelandés que dirigió El señor de la guerra  (la única película respetable de Nicolas Cage), Gattaca (película que no he visto) y escribió el guión de El show de Truman (interesante filme con Jim Carrey).

Este nuevo Sci-Fi tiene un concepto que me llama mucho la atención. Como la mayoría de las ficciones bien pensadas, critica a una sociedad conocida creando una paralela de naturaleza similar.

Andrew Niccol

En este caso, la sociedad donde habita Will Salas (Justin Timberlake en un papel relativamente bien actuado), un obrero que debe trabajar (o hacer lo que sea) para conseguir tiempo. Este tiempo se ha transformado en la nueva moneda de cambio luego de que se descubriera como lograr la inmortalidad. Pero, para que unos sean inmortales, otros deben morir, y Will debe ganarse su tiempo de vida día a día, o morir irremediablemente.

El guión es el punto más débil de esta película, y el único que la hace poco disfrutable (en demasiadas ocaciones). Como dije, la idea de la sociedad no es mala, aunque Niccol se ha basado (por no decir copiado) de otras ideas, novelas y relatos de la ciencia ficción.

En todo caso, durante la película se producen muchas lagunas en el guión, ocurren cosas sin explicación, los hechos no se conectan apropiadamente y la razón escasea a la hora de atar cabos.

Las actuaciones no son puntos positivos tampoco. Destaco en un buen plano a Cillian Murphy que de alguna manera rema el interés del espectador y te hace estar atento. En el otro plano, la carente interpretación de Amanda Seyfried se vuelve en cierto punto, insoportable. Otros personajes hicieron un buen trabajo, como Johnny Galecki o Matt Bomer, los dos en papeles secundarios.

La historia avanza tropesándose muchas veces, y por el simple hecho de no acomodarse correctamente, termina calléndose hacia al final, donde tenemos a dos personajes totalmente distintos a los planteados en el inicio, en una situación inesperada e inexplicada.

Justin Timberlake y Amanda Seyfried

La linda idea de la población mercenaria queda en un segundo plano ante una necesidad de llevar al espectador, a través de un conjunto de acontecimientos no muy bien aclarados, a un final plegado de tensión, pero arruinado por la obvia incoherencia.