Sobre la asociación crítica, y Bajtín.

En la pequeña localidad de Coronel Vallejos, a cuatro horas de Buenos Aires, en 1935, un chico entraba por primera vez a una sala de cine. El primer espanto que le generó la oscuridad de la sala fue recién superado un año más tarde. En 1936, viendo el filme desde la sala de proyección, Manuel Puig abrió los ojos a la ficción.

En 1936, a los 41 años, Mijaíl Bajtín piensa en Yakov Petrovich Goliadkin, quien vive en la ilimitada espesura de su mente. En Saransk, su mente fatigada puede descansar con tranquilidad.

La crítica literaria parte de la lectura. La lectura es el espacio en el cual se encuentran, así como dos desconocidos se encuentran y en sus almas contemplan la realización de un amor postergado, un texto y una idea. La lectura corretea devorando páginas, hasta que, en un súbito y misterioso momento, dicho encuentro ocurre. Una imagen que genera una sensación que genera una asociación que genera sentido.

Cuando leemos la primer novela de Manuel Puig, nuestra mente horrorizada y obsesionada contempla la lúgubre realidad a la que Toto escapa. Pero además, ella construye ese espacio de encuentro. En este caso, en él se encuentran ese chico que temía a la sala de cine, y ese hombre que dialoga con los personajes en su mente. El encuentro es inesperado, casi como una cachetada.

Si nosotros leemos literatura y teoría literaria, y no buscamos forzar los vínculos, ni adecuar una a la otra, este contacto, construcción instantánea de un espacio inmaterial, estalla en nuestra cabeza. Ahora mismo, los personajes de Puig con su inacabable profundidad se vincularon con las abstractas ideas de Bajtín respecto a la manifestación literaria de la bivocalidad.

Lo que planteó el ruso en Problemas de la poética de Dostoievski es que este autor culminó una etapa de la evolución de la novela europea, cuya desarrollo comenzó, según Bajtín, con los Diálogos Platónicos. Las novelas de Dostoievski se caracterizan por formular personajes que son verdaderos ideólogos, no simples objetos del autor.

Mijaíl Bajtín.

Mijaíl Bajtín.

Las novelas de esta nueva etapa fueron bautizadas por Bajtín con el nombre de novelas polifónicas. El término deriva de la música y su significado es transparente: muchas voces. En la novela de Dostoievski hay muchas voces. Se contrapone esto a la novela monológica, aquella en la cual solo advertimos una voz. Al hablar de voz, me refiero a la voz de un personaje que posee una cosmovisión particular, y que por lo tanto no puede ser considerado otra cosa que un sujeto.

En las novelas polifónicas advertimos el encuentro de una pluralidad de cosmovisiones. Cada personaje, si bien creación ficcional de un autor, posee una independencia ideológica propia. Cada personaje habla, y al hablar denota el contexto en el cual su conciencia se ha formado y sus miedos, obsesiones, creencias y realidades. Ninguno de estos personajes se somete ante el autor, ni es una extensión de la mente de este, sino que se libera de él, vive.

Con Dostoievski, lejos están los tiempos de la tradición heroica, en la que todo personaje era una extensión de una sola cosmovisión, fundada en las bases de una colectividad y generalizada a todo individuo. Nunca hasta Dostoievski hubo una reivindicación tan fuerte de la individualidad y la libertad. Ya no hay un autor que controle los hilos, ni hay personajes que sean marionetas de ese autor. Hay conciencias en constante contacto, lucha, influencia, evolución y contradicción.

Vasily_Perov_-_Портрет_Ф.М.Достоевского_-_Google_Art_Project

Fiódor Dostoyevski.

En la próxima entrada hablaré de este fenómeno de la polifonía en la novela de Puig. Es decir, como en La traición de Rita Hayworth se puede apreciar esta nueva libertad avasallante, estas individualidades que se encuentran en un universo ficcional roto y heterogéneo.